Cuando recién ingresé a Frisby, yo tenía un Renault 6 blanco y en un día cualquiera, cuando nuestras oficinas y planta de producción estaban en el Barrio La Lorena en la Calle 21, debíamos dejar nuestros carros en un lote que había al lado del local. Don Alfredo me pidió que por favor le prestara el carro para hacer una diligencia, pero le dije: Don Alfredo, qué pena con usted, usted tan grande y ese carrito mío. Pero él me dijo, no importa Anita… Le entregué las llaves y regresé a trabajar. Ya en la tarde, don Alfredo llegó y me dijo, camine pues le entrego el carro… Para mi sorpresa, Don Alfredo me había cambiado mi Renault 6 por un Renault 18 rojo y en mi asombro le dije, Don Alfredo pero yo ahora no tengo plata para pagarle y me respondió… No se preocupe, usted se lo merece. Fue una alegría muy grande y es una vivencia porque él era una persona supremamente generosa y no tenía cómo medir su humildad y daba sin esperar nada a cambio.